AMN. – ¿México requiere de un gobierno de mano dura para desterrar la ingobernabilidad y el vacío de poder o necesita de un poder judicial que sea implacable para acabar con la impunidad y la galopante descomposición social?
Dos resoluciones judiciales ocurridas la semana pasada, en el Estado de México llamaron poderosamente la atención de expertos y poderosos medios de comunicación.

En primer lugar, el encarcelamiento del desalmado ex policía que arrojo en un cazo con aceite hirviendo a Benito, un hermoso perrito que sufrió una agonía de 6 horas a razón del bárbaro acto del que fue víctima. La juez que conoció del caso sería implacable, aún cuando el cruel sujeto manifestó que estaba “arrepentido” y pedía clemencia jurídica. “No mereces ninguna consideración de la ley”, diría la impartidora de justicia y pa’ catelas le dicto 6 años de prisión.

Segundo caso, otro individuo mexiquense cuyo modus vivendi era el de asaltar microbuses, mato a un pasajero y por ello, el juez de la causa le aplico prisión vitalicia, término equivalente a la cadena perpetua en Estados Unidos.

¿Cuál es la lectura que nos dan ambas resoluciones judiciales?

Ni hablar, es de aplaudirse ese endurecimiento de la justicia mexiquense para frenar la barbarie en la tierra que gobernará por primera vez en 100 años una mujer, conocida como la mujer de los diezmos, Delfina Gómez por sus actos de corrupción cuando fue presidente municipal de Texcoco, descontándoles el 10% de su salario a los poco más de 500 empleados del ayuntamiento, razón por la cual el Tribunal Federal Electoral le aplico 4 millones de pesos de multa a Morena y se sabría que por lo menos 9 de los 11 millones que les mocharon a los trabajadores texcocanos fueron a parar a los bolsillos del viejito ese al que muchos mexicanos siguen considerando como el falso Mesías. Ese San Benito de corrupción será un sello distintivo que acompañará por toda su existencia a doña Delfina Gómez, quien suele hablar del término corrupción como si fuese una palabra prohibitiva para ella.

Algunos juristas que no ven más allá de sus narices, me han dicho que no se trata de un endurecimiento de la ley ante el crimen, pues para ello existe la figura de la apelación y los amparos. Sí, pero el fondo del asunto es que con los dos casos judiciales que vimos en el Estado de México, la semana pasada, nos da pie para pensar en que la solución a la barbarie que vive la nación azteca esta en la mano dura de un gobernante para poner orden en tantísimo desorden y en un Poder Judicial que no le tiemble la mano para aplicar el estado de derecho, con el fin de que los transgresores de la ley, los que han acumulado impunidad cometiendo fechorías y más fechorías sepan que si la hacen la van a pagar y muy cara. Y, claro, la van a pensar no una sino muchas veces, aunque no faltarán los árboles torcidos que desafíen a la justicia.

A esos abogados que no están actualizados en cuestiones jurídicas les recordaré que el artículo 24 del Código Penal Federal consagra el término “prisión vitalicia”, mientras que el artículo 421 del Código Penal para el Edomex también contempla esa figura en materia de homicidios y feminicidios en los que también otro infractor ya se hizo acreedor a la prisión vitalicia en el Edomex. Y les recordaré a esos desmemoriados juristas que todo aquel delito grave entre los ya mencionados amerita prisión preventiva oficiosa.
Así que compatriotas ya lo saben, cometer un delito de tal naturaleza podría hacerlo merecedor a podrirse de por vida en la cárcel.


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